No lo dejé, me rendí. Comencé mi andadura en este programa cuando una amiga de Al-Anon me dijo que yo era una adicta al sexo. Para demostrarle que estaba equivocada, acepté asistir a seis reuniones de SA. Durante esas seis reuniones, poco a poco fui admitiendo que era una adicta al sexo. Al principio no tenía contacto visual con otros miembros y no compartía. En mi primer grupo base había otras seis mujeres. Asistíamos a dos reuniones semanales como grupo, lo que me ayudó a conectar con el programa y entonces empecé a compartir. Cuando cumplí los requisitos, tuve que renunciar a mi miedo y mi vergüenza. Me sentía peor que los miembros masculinos debido a la doble moral que se aplica a las mujeres en Estados Unidos. Los hombres pueden “andar de picos pardos” mientras que las mujeres son vírgenes o prostitutas. Estos conceptos se instalaron en mi mente. El tiempo en el programa me ha ayudado a superarlos.
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