Una respuesta sencilla a esta pregunta podría ser: "Estoy aquí porque tengo que estar". Pero eso no cuenta toda la historia. El dolor de tocar fondo una y otra vez fue suficiente para que entrara por la puerta, pero no suficiente para que me quedara.
Mi pasado fue devastador y abusivo. Cuando tenía menos de cinco años, mi madre me quemó la mano con una cuchara caliente para castigarme porque pensaba que así me enseñaría a obedecer perfectamente. A los seis años sufrí abusos sexuales muy dolorosos por parte de un primo de nueve años. El abuso se extendió. Primero empezaron a abusar de mí otros primos y después algunos de sus amigos y vecinos. En la escuela empezaron a acosarme. El abuso emocional que siguió al abuso sexual fue peor. Cuando la gente supo que sufría abusos, se burlaron de mí, me tomaron el pelo, me pegaron, me amenazaron y me trataron como a una basura. En la familia, en la escuela, en el trabajo, dondequiera que fuera me enfrentaba a abusos sexuales, y si eso no se podía perpetrar, entonces seguían los abusos emocionales y físicos. Ni siquiera en mi propia casa estaba seguro. El familiar que abusó de mí también me enseñó a masturbarme y así fue como elegí hacer frente a mis sentimientos y dificultades.
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